Durante la mayor parte del siglo XIX las ideas
arquitectónicas y escenográficas se mantuvieron en esencia inalterables, si
bien las exigencias de libertad creativa iniciadas por los autores románticos
condujeron a fines de la centuria a un replanteamiento general del arte
dramático en sus diversos aspectos.
Fundamental en este sentido fue la construcción del
monumental Festspielhaus de Bayreuth, Alemania, erigido en 1876 de acuerdo con
las instrucciones del compositor Richard Wagner, que constituyó la primera
ruptura respecto a los modelos italianos. Su diseño en abanico, con la platea
escalonada, el oscurecimiento del auditorio durante su representación y la
ubicación de la orquesta en un pequeño foso, eran elementos concebidos para
centrar la atención de los espectadores sobre la acción y abolir en lo posible
la separación entre escenario y público.
Esta exigencia de integración entre el marco arquitectónico,
la escenografía y la representación fue acentuada en los últimos decenios del
siglo XIX y primeros del XX por la creciente importancia concedida a la figura
del director gracias a personalidades como:
el alemán Max Reinhardt, autor de espectaculares montajes.
el francés André Antoine, adalid del naturalismo.
el ruso Konstantín
Stanislavski, director y actor cuyo método de interpretación ejercería gran
influencia sobre el teatro moderno,
el escenógrafo británico Edward Gordon Craig, que en su
defensa de un teatro poético y estilizado abogó por la creación de escenarios
más sencillos y dúctiles.
La aparición del teatro moderno, pues, se caracterizó por su
absoluta libertad de planteamiento mediante el diálogo con formas tradicionales
y las nuevas posibilidades técnicas darían lugar a una singular transformación
del arte teatral.
En el campo del diseño arquitectónico y escenográfico las
mayores innovaciones se debieron al desarrollo de nueva maquinaria y al auge
adquirido por el arte de la iluminación, circunstancias que permitieron la
creación de escenarios dotados de mayor plasticidad (circulares, móviles,
transformables, etc.) y liberaron al teatro de la apariencia pictórica
proporcionada por la estructura clásica del arco del proscenio.
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